Sobre el atril de mis pestañas
divisé ochenta y ocho barcos de papel,
eran los años de mi abuelo,
que mojados atravesaban
el mar de la existencia,
la brisa atizaba suavemente sus banderas,
otras tantas velas empujaban
con dolor cada navío,
a una misma dirección,
la del ocaso,
o hacia otro barco
de papel mojado.
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