Entré en el
bar,
el suelo se
movía en mis tripas
a cada paso,
creo,
que había
bebido demasiado.
Venía de
bailar con la más fea,
me había
dejado
la bragueta
en sus ojos
y un poco de
mí en su cerebro.
La conocí en
el metro,
en seguida
me di cuenta
de que era
una mujer ardiente,
le pedí
fuego,
y me lo dio todo.
Tenía,
la
temperatura exacta
del
infierno.
Qué ojos,
que cuerpo,
que en una
habitación a oscuras,
y ebrio,
todo tenía
que ser perfecto.
Le prometí
viajar en
globo
hasta el pecado,
gritar desde
lo alto
del orgasmo.
Le dije que
seríamos malos,
como Caín y
Cruella de Vill,
que empujaríamos
a los gatos
del tejado siete veces
y secuestraríamos
la luna
a todos los
enamorados.
La convencí,
nos fuimos,
bebimos,
hablamos,
bebimos,
reímos,
bebimos,
lloramos,
bebimos,
nos fuimos,
follamos,
reñimos,
bebimos,
nos
reconciliamos, follamos,
y se fue.
Yo me quedé
sentado en su ausencia
y ella se
quedó a vivir
en mis
ojeras.
Entré en el
bar,
el suelo se
movía
en mis
tripas a cada paso,
creo,
que había
bebido demasiado.