La noche era
demasiado larga
y tú
atajaste
para llegar
a su falda,
el problema
de la oscuridad
lo
solucionaste quemando
el rastro
por ella dejado,
los
cadáveres que cayeron desplomados
de sus
labios.
Robaste el
caballo de Troya
para entrar
en su armario,
y antes de
daros cuenta
teníais una
casa en el pueblo
y otra en la
costa,
tres hijos
con sus respectivas ortodoncias
y un perro
de marca.
Tú llevaste
en silencio
que sufrías
una enfermedad venérea
y ella te
oculto su gonorrea.
El polvo de
la semana
era con la
luz apagada
profiláctico
de fresa,
de una
postura
y viagra.
Vuestros
hijos crecieron
y al irse se
llevaron
vuestros
sueños.
Menos mal que todavía
os quedaba
el resto de
la vida para
empezar a
quereros.