Le pido a la
oscuridad
que le abra
paso a tu cuerpo desnudo,
y tú
flotando entre la suciedad
de mi
habitación te acercas,
entonces
hago que mis dedos
latan dentro
de tu sexo,
más adentro,
más adentro,
hasta que
tus ojos se giran en la penumbra
buscando mirar
de frente
tu cerebro.
Ahora
deslizo mi lengua por tu vulva
llevándome
con ella tus gemidos,
se humedecen
las palabras
que te digo.
La noche se
nos pega a la piel
como un
veneno sediento de pecado,
y ese grito
con el que tiemblan
las piernas
de Afrodita
sale de tu
boca
cuando
penetro entre tus piernas.
Caronte de
gondolero
por las venas
pasea nuestras almas.
Asomo la
cabeza entre todos mis poros
buscando
oler tu cuerpo,
morderlo,
beber el
sudor de tu piel,
llevarme un
recuerdo.
Ahora que
estoy dentro de ti
puedo ser
yo,
una y otra
vez puedo ser yo,
hasta que
termino,
y tú me
miras con ojos tan vacíos
como el
abismo de tu silencio.
Entonces
dejo de ser yo,
me visto,
y sigo
viviendo.
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