Bajo la lluvia,
la tarde empapada y solitaria
nos hacía compañía,
los presagios de su mirada redonda
asimilaban sin miedo el destino,
la nostalgia de la tormenta,
como una melodía de grises y azules
se hundía en sus ojos,
me despedí de ella,
y en el pliegue de sus labios
guardé tantos besos
como días faltaban para verla,
se los llevó todos.
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