Siempre fuiste la guapa de la clase,
haciendo de tu pupitre el trono
de ese reino de vasallos indefensos,
haciendo de nuestros trozos
una alfombra de pétalos rotos.
Como una quimera suelta en un tornado,
así desfilabas delante de nuestros ojos,
de nuestros pervertidos pensamientos,
de nuestros sueños,
haciéndote de blanco y negro
en el recuerdo.
La chica guapa de la clase,
tanto talento para vivir en cueros,
tanto talento para perder los nervios,
tanto talento para morder los cuerpos,
los corazones, las tripas, las vergas,
para dejarte los dientes
en el primer cerebro sin ingenio,
irte con el más tonto del imperio.
La chica guapa de la clase
se graduó en las esquinas de mi pueblo,
doctora en autocomplacencia,
y en complacer al vecindario
entre sus piernas,
drogando al tiempo,
vendiendo pizcas de su piel
al carnicero.
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